Es impensable una acción social que no involucre a los niños y niñas de una comunidad. Ellos tienen que ser el centro de toda acción que apunte a mejorar la calidad de vida de un pueblo. Ellos deben ser el objeto principal de todo esfuerzo individual y colectivo en pos de un mejor destino, y mucho mejor cuando ellos son el sujeto mismo de esa transformación. Todos saben eso, pero no todos los practican con mente, corazón y alma. Y no todos logran resultados tangibles de redención y superación de miles de infantes durante tanto tiempo.
La Tahuichi lo hizo y lo logró. Lo logra todos los días, reiterando, ampliando y mejorando el mensaje supremo de su creador, Rolando Aguilera Pareja, que buscaba forjar el perfil del nuevo hombre boliviano, enseñando al mismo tiempo fútbol y valores, realizando el milagro de transformar potencial deportivo en energía social sostenible y duradera. Por eso fue el patriota más notable del Siglo XX. Por eso el mundo lo reconoce como el ingeniero que puso la piedra angular más sólida del país: los niños. Por eso fue un gigante.
Ahora sus admiradores, sus amigos, sus discípulos, buscan seguir sus pasos. Y sus huellas son profundas, solo hay que verlas. Se las pueden leer en las canchas y en las memorias de los que cambiaron por él y con él. Están marcadas como un recetario desplegado a través de su intensa vida. Doce pasos hemos podido recopilar de esa trayectoria extraordinaria.
1. Integridad: Fue la primera de sus virtudes. Desde que nació, Roly vio al mundo como una pelota sin divisiones ni fracturas. Había que ser enterote, integro y sin fisuras ni dobleces. No era ciego a la injusticia ni a las diferencias sociales, al contrario estas lo marcaron desde pequeño y su conciencia por la equidad fue un rasgo preponderante. Peleaba contra los picaros, no en el equipo de los ricos sino en el de los pobres, no para separar sino para unir, para hacer un mundo redondo, sin diferencias.
2. Deporte: No se sabe si primero aprendió a caminar o a patear pelotas. Su infancia se marcó por el perfeccionamiento del sentido colectivo de la vida, de la necesidad de jugar en equipo, de comprender al compañero y al contrincante coyuntural; de la importancia de hacer estrategias y planes para vencer, para llegar a las metas.
3. Fe: Valor y trascendencia es lo que aprendió y enseñó desde su paso por el Colegio La Salle. No se puede vivir sin creer y no se puede crecer sin mirar más allá de las fronteras humanas. No se puede combatir la maldad o las enfermedades sin solidaridad, sin compasión, sin amor al prójimo.
4. Capacidad: Cuando Roly fue al Brasil, Alemania y México a estudiar y perfeccionarse, era porque no quería sentirse menos que nadie. No se creía más que nadie, pero tampoco se puede ser menos que los demás. A la solidaridad quería sumar la competencia, la necesidad de luchar con argumentos mentales, con inteligencia y en muchos casos con sabiduría. Había que aprender idiomas, para entender y hacerse entender con el planeta, su casa mayor.
5. Patriotismo: Un pie afuera y otro adentro. Siempre salió a vivir al mundo para entregarse más a su país. Desde Europa se fue a Teoponte, con los mineros. A su pueblo, volvió a comer tierra y "maja-blanco", sin menospreciar al "milk-shake" o a la hamburguesa. Se identificó con la patria latinoamericana y con banderas del Che, y aún siendo exiliado, no transigió nunca en la defensa de los derechos humanos.
6. Visión: Siendo centro delantero de Blooming, lo expulsaron de la cancha por su pasión. En ese tiempo también era el joven y visionario Ministro de Urbanismo y Vivienda. Desde allí soñaba y ejecutaba la planificación de los anillos de su pueblo. Ahora dicen que era el Señor de los Anillos. Presidió Obras Públicas en Santa Cruz y proyectaba un Parque Industrial en zonas ecológicas, con lagunas de oxidación. Soñaba con la Corporación de Desarrollo que luego se enfocaría en las provincias.
7. Tenacidad: En Obras Públicas puso voluntad de acción y trabajó en pos de goles y resultados concretos. Se hizo el Barrio RAMAFA (Roly Aguilera, Maestros y Fabriles). Siempre apoyando a su gente. Instaló agua, alcantarillados, puso losetas e hizo calles más anchas. Levantó la ingeniería sanitaria y la computación. Organizó a obreros e intelectuales como a guerreros de la luz
8. Fortaleza: Probó el sabor amargo del exilio, pero usó la adversidad para catapultarse al liderazgo latinoamericano a través del BID. Preparó a sus hijos para la lucha y para los desafíos. Combatió a la droga y a la delincuencia. Abrió el sendero de goles que hay que meterle a la vida. Soñó y concretó que se le podía ganar a los gringos o a los rusos y que el secreto no era no caer, sino el saber levantarse.
9. Amistad: Sus compañeros lo extrañan en la OEA, en la ONU o en los pasillos del Premio Nobel o del Príncipe de Asturias que algún día aún le llegarán a la Tahuichi. Roly les tendió la mano a todos, mandó flores a las madres, entregó su billetera a los que no tenían, formó clubes y abrazó a todo su pueblo en carnaval. Pringaba con barro de la tierra fraterna, sin que nunca le falte la sonrisa. No tenía vicios: ni fumaba, ni bebía.
10. Servicio: Hizo el Aeropuerto de Viru-Viru, la Estación Ferroviaria, la Hilandería de Algodón y el Hospital Japonés. Trabajó en carreteras hacia el Sur y hacia el Norte. Levantó edificios y escuelas. Estaba en la Sociedad de Ingenieros y en la Secretaria de Deportes. En la Alcaldía o aportando a la Prefectura. Limpiando suciedades en los botaderos o en los pasillos corruptos. Entregó su vida y su vocación.
11. Humildad: Pero su mayor ingeniería, fue la ingeniería humana. Después de dar la vuelta al mundo, después de derrotar a cíclopes y sirenas, después de vencer persecuciones y desánimos, focalizó su mirada en los pequeños. Alcanzó la gloria no mirando para arriba sino mirando hacia abajo, hacia los humildes, y los empujó para que se abran puertas de oportunidades para que, con autoestima, sueñen en grande sin dejar de ser pequeños. Así, pudieron llevar al podio, a la Verde-y-Blanco, a la Tricolor.
12. Amor: Y el Gigante se hizo pequeño por amor. Porque tenía un amor desenfrenado hacia los ángeles de la vida. Porque su recompensa era interior: sacar la pobreza del corazón de los niños, para que éstos después puedan sacarse a sí mismo de la Pobreza. E hizo la TAHUICHI, la escuela mayor, porque una vida no basta, porque el ejemplo debe fructificar y continuar, y porque el mundo nunca va a parar de girar
Todos los niños quieren ser grandes, quieren ser gigantes. Roly era un gigante que quería ser niño. Fue un Gigante a la altura de los niños. Primero los comprendió, luego pensó y sintió como ellos, hasta que se convirtió en un niño grande, en un gran niño. Por eso solo veía lo bueno del mundo, quería ser tipito y no bandido, quería triunfar y ser campeón. Como todo niño, pateaba canillas y después pedía perdón. Se orinaba donde le daba la gana, era rebelde y no le hacía caso a los mentirosos.
Tocaba bombo para hacerse escuchar, montaba en burros para hacerse entender, chiveaba y reía con las jugarretas, soñaba con vencer batallas y construir castillos. Por eso solo los niños lo entendían tan bien.
Un niño ríe. Un niño llora. Un niño ama. Al niño no le importa la plata, solo quiere que lo quieran. Por eso la Tahuichi fue su acto de amor supremo, que vengan los niños a mí, había aprendido y así quería enseñar a jugar, amando. A amar, jugando. Y por ese portón de amor entró al banquete del Señor. Lo hicieron pasar por el portón grande, al son del bombo, con hartas banderas celestes. Y cuando miró alrededor, vio que en el Cielo todos lo que le pavimentaron la vida, lo que con él abrieron caminos, se habían vuelto niños. Se miró a sí mismo y vio que, como su alma, el finalmente sería niño por toda la eternidad. Entonces, el D.T. de siempre, decidió mandarnos un mail celestial con su última instrucción: si en la otra vida, todos volveremos a ser niños, cómo no dedicarnos a servirlos aquí en la tierra. Por ellos y por nosotros. Por el ahora y por el mañana. Ese es el secreto de la Acción Social. Así de fácil. Así de difícil.